martes, 18 de septiembre de 2007

17 de septiembre dia del profesor

En todos los países se eligen algunos días para rendir homenaje a los docentes. Cada país tiene sus fechas y en la República Argentina se dan de la siguiente forma: Día del Maestro: 11 de septiembre, aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento y Día del Profesor: 17 de septiembre, aniversario del fallecimiento de José Manuel Estrada. Más allá de polemizar sobre las figuras elegidas, dato para nada anecdótico, prefiero referirme a la tarea del profesor en sí... Jose Manuel Estrada además de abocado profesor, historiador puntilloso y católico combativo, Estrada fue escritor, periodista y político, todo lo cual lo transformó en uno de los más fieles exponentes del pensamiento argentino en los inicios de la modernidad de nuestra Nación. Esto lo podemos relacionar con la tarea del profesor de hoy. Un profesional docente que esta sujeto a mas demandas y de mayor complejidad que en otras épocas históricas, demandas que, a menudo, son contradictorias entre si, que cambian con rapidez y que suelen configurar una imagen de incertidumbre y un incremento de los riesgos en la toma de decisiones. Esto me trae varias preguntas como ¿Cuál es el sentido de la escuela, que papel ha de jugar respecto a la sociedad? ¿Qué conocimiento es importante? ¿cómo incorporar los problemas sociales relevantes? ¿seguimos siendo profesores o vamos a convertirnos en entrenadores de adolescentes?
Lo cierto es que enseñar, hoy día, significa motivar e involucrar a los estudiantes en un proceso de construcción y reconstrucción de sus propios conocimientos, habilidades, actitudes, afectos, formas de comportamiento y valores. Es hacer que vivan y sientan que la ciencia es una actividad humana y no un conjunto de conocimientos que deben aprender de memoria. La mayoría de las corrientes pedagógicas contemporáneas abogan por un cambio conceptual en la educación, que generalmente se concibe que consiste en mover el centro de atención de la enseñanza al aprendizaje, en reconceptualizar la actividad de estudio del alumno, considerando que el profesor debe actuar como orientador, facilitador o mediador del aprendizaje del estudiante. En mi opinión, el cambio conceptual en la educación requiere necesariamente de una nueva concepción de la enseñanza, ya que el papel del profesor en el proceso de enseñanza aprendizaje es indispensable y fundamental.
El profesor, el sujeto que enseña, tiene a su cargo la dirección del proceso de enseñanza aprendizaje, en tanto debe planificar, organizar, regular, controlar y corregir el aprendizaje del alumno y su propia actividad (Tristá, 1985; Reyes, 1999). El profesor debe estar en constante interacción y comunicación con sus alumnos, con sus colegas y con el resto de la comunidad de la institución donde trabaja. Se debe concebir como una personalidad integra, relacionada con el contexto social en que se desempeña como tal.
Lo que diferencia al proceso de enseñanza aprendizaje de otros procesos, su peculiaridad, es que lo que se transforma no es un objeto material inanimado, sino un ser humano, una persona que se modifica a sí misma con la ayuda de otras personas más capaces, especialmente con la guía, orientación y mediación del profesor. Es por ello que el objeto de la actividad del profesor no es exactamente el alumno, sino la dirección de su aprendizaje; pero para que dicha dirección sea eficiente, el profesor debe concebir al alumno como una personalidad plena que con su ayuda construye y reconstruye sus conocimientos, habilidades, hábitos, afectos, actitudes, formas de comportamiento y sus valores, en constante interacción con el medio socio cultural donde se desenvuelve (González, 1996).
Los motivos que mueven al profesor a desarrollar su actividad pueden ser de diversa índole y son también de extraordinaria importancia. Cuando el profesor ama la labor que desempeña, siente la necesidad interna de elevar la efectividad del proceso de enseñanza aprendizaje, de motivar a sus alumnos por el aprendizaje de la materia que imparte y, al unísono, de contribuir al crecimiento personal de cada uno de ellos. Sin embargo, si los motivos son extrínsecos, ajenos a la esencia del proceso que dirige, con frecuencia el profesor limita su labor fundamentalmente a la simple transmisión de los contenidos de la materia, estableciendo el “facilismo pedagógico”. Las insuficiencias en la personalidad del estudiante en gran medida están condicionadas dicho "facilismo pedagógico", que consiste en una disminución de las exigencias docentes, como la selección de tareas o ejercicios tipos que no requieren estrategias intelectuales complejas; dar al alumno facilidades adicionales excesivas para que apruebe las materias; la enseñanza que sólo persigue la reproducción de los contenidos por el alumno, que no le plantea situaciones que hagan necesaria su iniciativa y creatividad. Estas cuestiones alientan el facilismo en el aprendizaje, generando en el estudiante un rechazo hacia todo aquello que entraña dificultad y esfuerzo, por lo que a su vez atentan contra el desarrollo de sus cualidades volitivas y de valores, tales como el sentido de la responsabilidad, la perseverancia y la tenacidad ante las tareas (González, 1995).
En general el profesor ama su tarea y disfruta de la relación con los alumnos y el conocimiento, ya que la contraparte es el inadecuado reconocimiento salarial que percibe.
Para desarrollar su actividad con calidad a los profesores les concierne también el imperativo de actualizar sus conocimientos y competencias a lo largo de la vida. Deben perfeccionar su arte y aprovechar las experiencias realizadas en las distintas esferas de la vida económica, social y cultural; así como trabajar en equipo a fin de adaptar la educación a las características particulares de los grupos de alumnos (Delors, 1997)
En síntesis quiero terminar con una frase que ya he mencionado en otra ocasión pero que sigue siendo actual:
Hasta aquí hemos de concluir que a los profesores se les pide mucho y se les exige mucho más y se les da poco, como si el educador fuese una especie de “superwoman” o de “superman”.
Profesor Alejandro Canton